2. Juni 2016
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Los polìticos no deben tener miedo Durante dos dècadas, Andrea Gross representò a Suiza en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Y hasta finales de 2015 ocupò un escaño en la càmara baja del Parlamento suizo. (Foto: Keystone) A sus 63 años, el historiador, politòlogo, periodista y polìtico que ha dedicado gran parte de su trayectoria a la democracia participativa hace una retrospectiva de cuatro dècadas de actividades y publica un libro que reùne unos 70 textos: ensayos, entrevistas, anàlisis y un discurso que pronunciò ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. La publicaciòn de Die unvollendete Direkte Demokratie (La democracia directa inconclusa) ha sido una ocasiòn perfecta para pedirle una serie de recomendaciones en materia de democracia directa. Andreas Gross suele comparar el sistema de democracia directa con un puzle, al que a veces se refiere como una especie de ‘obra de arte completa’. Lo fascinante, pero tambièn lo difìcil, afirma, es que los elementos del puzle son tan fluidos que resulta pràcticamente imposible alcanzar un sistema de democracia directa que sea estable y perfecto. En un intento de cernir los elementos clave de la democracia suiza que pueden ser una fuente de inspiraciòn para otros paìses Andreas Gross cita tres aspectos. Triunfos … «En primer lugar, los polìticos no deberìan tener miedo de compartir el poder con el pueblo, porque no hay cuestiòn importante que los ciudadanos no sean capaces de comprender. Todo el mundo puede aprender y el aprendizaje social es uno de los productos derivados màs significativos de la democracia directa. El poder polìtico hay que compartirlo tambièn entre los diferentes estratos de un Estado federalista europeo, con los niveles nacional, regional y local. En Suiza, esto significa que los ciudadanos pueden decidir sobre cuestiones fiscales, sin delegarlas completamente a un gobierno central. Es algo que a la poblaciòn de muchos paìses les resulta inalcanzable. Pero la Uniòn Europea deberìa adoptar màs elementos de democracia directa. La experiencia suiza muestra que a los ciudadanos modernos les gusta el instrumento de la democracia directa –el derecho de proponer en cualquier momento ideas sobre cualquier tema y asì cambiar la Constituciòn o rechazar una ley. Esta es la lecciòn, o el incentivo, nùmero dos&rauqo;. «Hace 40 años que hablo de participaciòn ciudadana con la gente en cerca de 75 paìses del mundo entero, he participado probablemente en màs de 1100 debates pùblicos sobre el tema y jamàs he conocido a alguien a quien no le gustara la opciòn de sugerir ideas polìticas. En cuanto a saber si la gente utiliza sabiamente sus derechos democràticos directos, no nos corresponde a nosotros juzgarlo. Las opiniones pueden diferir sobre la sabidurìa de una decisiòn o una propuesta ciudadana, pero en un Estado democràtico es fundamental dar la palabra a la ciudadanìa. -- El tercer punto: los instrumentos de participaciòn polìtica deben ser fàciles de utilizar por parte de los ciudadanos. La configuraciòn es la que define la calidad de la democracia directa. Los obstàculos para exigir una votaciòn nacional deben ser mìnimos - en Suiza, se necesita solamente el 2% del cuerpo electoral para proponer una enmienda constitucional y el 1% para objetar una decisiòn del Parlamento. Y los ciudadanos deben disponer de tiempo para recolectar las firmas - 18 meses [iniciativa popular] y 100 dìas [referèndum], respectivamente, en Suiza. En otros paìses, los plazos son màs cortos, a veces de solo unas semanas. Los militantes tambièn deben poder abordar libremente a la gente en el espacio pùblico. No se puede obligar a nadie a entrar en una comisarìa de policìa para firmar una iniciativa». Andreas Gross ganò notoriedad como activista de la democracia directa. En los años 80, fue uno de los protagonistas de la iniciativa que pedìa abolir el ejèrcito suizo. (Foto: RDB) … y advertencias Andreas Gross es aficionado al fùtbol y seguidor del FC Basilea, el club de la ciudad en la que se criò. Dejando de lado el ejemplo del fùtbol - que no ayuda necesariamente a esclarecer las cosas– su atenciòn se centra en tres puntos dèbiles de la democracia directa en Suiza. «Contrariamente a California o Alemania, Suiza no tiene un Tribunal Constitucional para tratar las iniciativas que son incompatibles con los derechos fundamentales. Necesitamos una instituciòn anàloga para evitar decisiones discriminatorias hacia las minorìas, lo que podrìa conducir a una verdadera tiranìa de la mayorìa. Todo el mundo tiene derechos fundamentales. Y nunca deben ser sometidos a votaciòn. La ley debe proteger a todas las personas –incluidos los delincuentes. Algunas iniciativas que aprobaron recientemente los votantes en Suiza violan los derechos fundamentales. La propuesta para expulsar sistemàticamente del paìs a los extranjeros que delinquen, o la iniciativa que pide prisiòn perpetua para quienes cometen delitos sexuales, sin darles una segunda oportunidad, o la iniciativa para prohibir que los pederastas trabajen con niños son algunos ejemplos. -- Segunda advertencia: la democracia necesita reglas de transparencia en materia de financiaciòn de campañas y de partidos. Y es que el dinero representa un riesgo que puede perjudicar al sistema. Pese a las reiteradas crìticas del Consejo de Europa, Suiza es el ùnico paìs del continente que no dispone de una ley que fije los lìmites del patrocinio polìtico. Y esto es incluso màs grave porque la mayorìa de los paìses estàn confrontados al problema solo cada cuatro años, cuando se convocan elecciones, mientras que los suizos acuden a las urnas cuatro veces al año para votar todo tipo de temas. No es indiferente saber si, por ejemplo, una sola persona ha gastado cinco millones de francos en una campaña o si cinco millones de personas han puesto cada una un franco de su bolsillo». «La razòn por la que el Gobierno y el Parlamento son reacios a esas normas se debe a que la privacidad en Suiza es un valor preciado. Como no hay reglas de transparencia en Suiza, es difìcil decir què impacto tiene el dinero sobre una campaña u otra. Pero el dinero nunca es el ùnico factor y una derrota no se puede atribuir ùnicamente a la falta de recursos econòmicos, aunque nadie niega que estos son muy importantes. -- En tercer lugar, las democracias necesitan partidos fuertes capaces de defender el interès pùblico, formar a polìticos, organizar debates e informar a los ciudadanos sobre las cuestiones polìticas que estàn en juego. Desafortunadamente, los grupos de interès, que por definiciòn representan intereses privados, disponen de màs recursos econòmicos que la mayorìa de los partidos. Y esto se aplica tanto a las organizaciones econòmicas como a las que defienden el medioambiente. Es evidente que estas organizaciones y estos grupos tienen una mayor presencia mediàtica. Suelen dominar el espacio pùblico, sobre todo en la Suiza de habla alemana, en detrimento de los particos o de las asociaciones ciudadanas». Durante la entrevista, Andreas Gross establece comparaciones internacionales, cita a pensadores del pasado o el presente para ilustrar sus afirmaciones. Entre otras recomendaciones y advertencias, se refiere a la flagrante falta de educaciòn cìvica en Suiza en materia de democracia directa. Concluyamos con una cita que muestra su entusiasmo por el sistema participativo: «Cuando estoy en Alemania, suelo decir a menudo ‘os puede gustar la democracia directa, pero tambièn os puede no gustar Suiza’». El libro Die unvollendete Direkte Demokratie (La democracia directa inconclusa) reùne una serie de ensayos que Andreas Gross ha publicado en los ùltimos treinta años. El libro, de 390 pàginas, incluye anàlisis històricos, comparaciones internacionales y un resumen anual de las decisiones de la democracia directa suiza, asì como entrevistas y el discurso que el autor pronunciò ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York. El autor Andreas Gross, polìtico, investigador y autor, es un destacado experto en democracia directa. Nacido en 1952, pasò los primeros siete años de su vida en Japòn hasta que su familia se mudò a Suiza. Estudiò Ciencias Polìticas, trabajò como investigador, impartiò cursos y fue diputado a escala local, nacional e internacional. Ocupò un escaño en Legislativo de la ciudad de Zùrich, luego en el Parlamento suizo, de 1991 a 2015, y durante 20 años en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, donde presidiò el grupo socialdemòcrata durante ocho años. Antes de su trayectoria parlamentaria, fue uno de los fundadores del Grupo para una Suiza sin Ejèrcito, cuya iniciativa popular destinada a abolir el ejèrcito fue rechazada en las urnas en 1989. Fue tambièn uno de los impulsores de la iniciativa para la adhesiòn de Suiza a Naciones Unidas, que los suizos aceptaron en 2002. Asimismo ha sido observador internacional en màs de 90 escrutinios en Europa. Kontakt mit Andreas Gross Nach oben |
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